A pesar de que ambas han nacido para un propósito similar, y una secundó a la otra, si no ahora, en sus inicios, existe una guerra abierta entre la televisión y el cine. Y por supuesto, ahí anda la publicidad a la zaga. Está claro que la televisión manda, un claro ejemplo de ello se ve en los propios guionistas, que una vez preparados, no se dedican a escribir guiones de cine, sino teleseries. También podemos verlo en el hecho de que los personajes de las series de ahora sean aclamados como lo eran los actores del “Starsystem” de antaño, véase Hugh Laurie, o yendo mucho más lejos, los personajes que salen de los “nigthshows”, como Gran Hermano o los que llenan las tardes en todos los canales, como Belén Esteban, he aquí el grandioso fenómeno de la televisión, que encumbra y des encumbra a su antojo, como antes lo hacía el cine.
Sin embargo, existe una clara diferencia, antes se encumbraba a un actor por su belleza o su genio delante de las cámaras, y se le arruinaba cinematográficamente hablando cuando no podía dar más de sí en su carrera por asuntos personales que trascendían gracias a la prensa amarilla, como fue el caso de Marlon Brando, la ya no tan joven promesa, que se daba a la bebida. Pero el cine todavía podía hacer milagros como trucos de magia, y de repente, ese Marlon Brando casi destruido, aparecía en el papel de su vida, interpretando al Padrino, porque para la prueba se había puesto unos algodones en la boca. He aquí la magia del cine.
En la televisión es diferente, vemos personajes efímeros, de usar y tirar, a los que nadie echará de menos, porque no han aportado nada, ni a nuestras vidas, ni a nuestra televisión. Sin embargo, ha sido el medio capaz de desbancar definitivamente al que parecía el rey, el cine. Esto puede deberse a un cambio cultural en la sociedad. Por ejemplo, en el caso de España, desde los años sesenta se produjo un fuerte aumento de los bienes de consumo. En el caso que nos ocupa, serían los llamados, en la época, productos de gama marrón, los televisores.
El repentino acceso a los créditos a plazos provocó la compra masiva de televisores en todos los hogares españoles, lo cual, con el uso y con el tiempo, ha llevado a la adicción a la “caja tonta” que padecemos hoy en día, y al posterior destierro del cine, que, también sea dicho, no tuvo mucha suerte en España por contemporizar con una dictadura militar que no le permitió mostrar todas sus bondades, debido a la censura. Así que puestos a ver documentales de propaganda gubernamental, quizá la gente prefiriese verlo en casa, donde al menos, sí podía comentar.
Sin embargo, se trata de tiempos pasados desde los cuales el cine ha tenido tiempo de remontar, y vaya si lo ha hecho. Tras la dictadura, como sucede en todos los casos y ámbitos artísticos, surgen muchísimos artistas, géneros y corrientes.
Antes de la llegada de Internet y la piratería el cine era uno de las alternativas de ocio de los fines de semana. Factores como Internet y la llegada del euro con el consiguiente encarecimiento del precio llevaron a la situación de crisis en que hoy nos encontramos, pero que parece que está acabando.
En este aspecto también entra en juego el concepto de la audiencia, la caprichosa audiencia, que en el cine se sitúa en torno a un 5,8% de penetración. Es la primera vez en varios años que no se produce un descenso en el porcentaje. Más de 19.8 millones de personas, no van nunca al cine. Y más de 18 millones reconocen ir alguna vez. Existe una tendencia, como en olas anteriores, de que la frecuencia de asistencia se vaya reduciendo. Sin embargo, elementos como las nuevas películas en 3D están haciendo que este se renueve e incremente. Castelló, Lucía
jueves, 20 de mayo de 2010
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